En la Fórmula 1 no hay piloto sin coche y no hay coche sin equipo, es un razonamiento lógico, similar al que señala que un elemento es una parte de un sistema, así que son indivisibles. Pero una especie de corriente alternativa viene postulando, desde hace unos años, la teoría de que un elemento es bueno, no obstante, el resto del sistema es malo.
Ferrari es una institución deportiva tan grande, prestigiosa y respetable como cualquier otra en el mundo. Que ahora se manifiesten cruzadas mediáticas para minimizar su trayectoria, o para proyectar calamidades en sus aspiraciones, no hace más que ilustrar lo expuesto. La tendencia a distorsionar lo objetivo ha resultado productiva para ciertos sectores interesados en negociar con la ilusión ajena. El desencanto tras no conseguir triunfos, hazañas y glorias, que solo existen en la mente de los fanáticos más furibundos, han originado demostraciones de intolerancia para con todo aquello que representa Ferrari.